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os Mandamientos

 LOS DIEZ MANDAMIENTOS

"¿Qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?" -" Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos", respondió el Señor.

Por su modo de actuar y por su predicación, Jesús ha atestiguado el valor perenne del Decálogo.

El don del Decálogo fue concedido en el marco de la alianza establecida por Dios con su pueblo. Los mandamientos de Dios reciben su significado verdadero en y por esta Alianza.

Fiel a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Tradición de la Iglesia ha reconocido en el Decálogo una importancia y una significación primordial.

El Decálogo forma una unidad orgánica en la que cada "palabra" o "mandamiento" remite a todo el conjunto. Transgredir un mandamiento es quebrantar toda la ley.

El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la ley natural. Lo conocemos por la revelación divina y por la razón humana.

Los diez mandamientos, en su contenido fundamental, enuncian obligaciones graves. Sin embargo, la obediencia a estos preceptos implica también obligaciones cuya materia es, en sí misma, leve.

Dios hace posible por su gracia lo que manda.

"AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA Y CON TODAS TUS FUERZAS"

El primer mandamiento llama al hombre para que crea en Dios, espere en Él y lo ame sobre todas las cosas.

"Al Señor tu Dios adorarás". Adorar a Dios, orar a Él, ofrecerle el culto que le corresponde, cumplir las promesas y los votos que se le han hecho, son todos ellos actos de la virtud de la religión que constituyen la obediencia al primer mandamiento.

El deber de dar a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado.

El hombre debe "poder profesar libremente la religión en público y en privado".

La superstición es una desviación del culto que debemos al verdadero Dios, la cual conduce a la idolatría y a distintas formas de adivinación y de magia.

La acción de tentar a Dios de palabra o de obra, el sacrilegio y la simonía son pecados de irreligión, prohibidos por el primer mandamiento.

El ateísmo , en cuanto niega o rechaza la existencia de Dios, es un pecado contra el primer mandamiento.

El culto de las imágenes sagradas está fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios. No es contrario al primer mandamiento.

Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" ( "...y con todas tus fuerzas").

EL SEGUNDO MANDAMIENTO."No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios"

"Señor, Dios Nuestro, ¡ Qué admirable es tu nombre por toda la tierra!".

El segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor. El nombre del Señor es santo.

El segundo mandamiento prohíbe todo uso inconveniente del nombre de Dios. La blasfemia consiste en usar de una manera injuriosa el nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos.

El juramento en falso invoca a Dios como testigo de una mentira. El perjurio es una falta grave contra el Señor, que es siempre fiel a sus promesas.

"No jurar ni por Criador ni por criatura, si no fuere con verdad, necesidad y reverencia".

En el Bautismo, la Iglesia da un nombre al cristiano. Los padres, los padrinos y el párroco deben procurar que se dé un nombre cristiano al que es bautizado. El patrocinio de un santo ofrece un modelo de caridad y asegura su intercesión.

El cristiano comienza sus oraciones y sus acciones haciendo la señal de la cruz "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén".

Dios llama a cada uno por su nombre.

EL TERCER MANDAMIENTO."El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor"

El sábado, que representaba la coronación de la primera creación, es sustituido por el domingo que recuerda la nueva creación, inaugurada por la resurrección de Cristo.

La Iglesia celebra el día de la Resurrección de Cristo el octavo día, que es llamado con toda razón día del Señor; o domingo.

"El domingo... ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto". "El domingo y las demás fiestas de precepto, los fieles tienen obligación de participar en la misa".

"El domingo y las demás fiestas de precepto... los fieles se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo".

La institución del domingo contribuye a que todos disfruten de un "reposo y ocio suficientes para cultivar la vida familiar; cultural, social y religiosa".

Todo cristiano debe evitar imponer, sin necesidad, a otro impedimentos para guardar el día del Señor.

EL CUARTO MANDAMIENTO."Honra a tu padre y a tu madre"

De conformidad con el cuarto mandamiento, Dios quiere que, después que a Él, honremos a nuestros padres y a los que Él reviste de autoridad para nuestro bien.

La comunidad conyugal está establecida sobre la alianza y el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los cónyuges; a la procreación y a la educación de los hijos.

"La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar".

Los hijos deben a sus padres respeto, gratitud, justa obediencia y ayuda. El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar:

Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos en la fe, en la oración y en todas las virtudes. Tienen el deber de atender; en la medida de lo posible, las necesidades materiales y espirituales de sus hijos.

Los padres deben respetar y favorecer la vocación de sus hijos. Han de recordar y enseñar que la vocación primera del cristiano es la de seguir a Jesús.

La autoridad pública está obligada a respetar los derechos fundamentales de la persona humana y las condiciones del ejercicio de su libertad.

El deber de los ciudadanos es cooperar con las autoridades civiles en la construcción de la sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad.

El ciudadano está obligado en conciencia a no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando son contrarias a las exigencias del orden moral. " Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres".

Toda sociedad refiere sus juicios y su conducta a una visión del hombre y de su destino. Si se prescinde de la luz del Evangelio sobre Dios y sobre el hombre, las sociedades se hacen fácilmente totalitarias.

EL QUINTO MANDAMIENTO. No matarás

"Dios tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre".

Toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte, es sagrada, pues la persona humana ha sido amada por sí misma a imagen y semejanza del Dios vivo y santo.

Causar la muerte a un ser humano es gravemente contrario a la dignidad de la persona y a la santidad del Creador.

La prohibición de causar la muerte no suprime el derecho de impedir que un injusto agresor cause daño. La legítima defensa es un deber grave para quien es responsable de la vida de otro o del bien común.

Desde su concepción, el niño tiene el derecho a la vida. El aborto directo, es decir, buscado como un fin o como un medio, es una práctica infame, gravemente contraria a la ley moral. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana.

Porque ha de ser tratado como una persona desde su concepción, el embrión debe ser defendido en su integridad, atendido y cuidado médicamente como cualquier otro ser humano.

La eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un homicidio. Es gravemente contraria a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador.

El suicidio es gravemente contrario a la justicia, a la esperanza y a la caridad. Está prohibido por el quinto mandamiento.

El escándalo constituye una falta grave cuando por acción u omisión se induce deliberadamente a otro a pecar.

A causa de los males y de las injusticias que ocasiona toda guerra, debemos hacer todo lo que es razonablemente posible para evitarla. La Iglesia implora así: "del hambre, de la peste y de la guerra, líbranos Señor".

La Iglesia y la razón humana afirman la validez permanente de la ley moral durante los conflictos armados. Las prácticas deliberadamente contrarias al derecho de gentes y a sus principios universales son crímenes.

"La carrera de armamentos es una plaga gravísima de la humanidad y perjudica a los pobres de modo intolerable".

"Bienaventurados los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios".

EL SEXTO MANDAMIENTO. Habéis oído que se dijo: "No cometerás adulterio"."Pues Yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón"."El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano"

Al crear al ser humano hombre y mujer, Dios confiere la dignidad personal de manera idéntica a uno y a otra. A cada uno, hombre y mujer, corresponde reconocer y aceptar su identidad sexual.

Cristo es el modelo de la castidad. Todo bautizado es llamado a llevar una vida casta, cada uno según su estado de vida.

La castidad significa la integración de la sexualidad en la persona. Entraña el aprendizaje del dominio personal.

Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales.

La alianza que los esposos contraen libremente implica un amor fiel. Les confiere la obligación de guardar indisoluble su matrimonio.

La fecundidad es un bien, un don, un fin del matrimonio. Dando la vida, los esposos participan de la paternidad de Dios.

La regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y la maternidad responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos no justifica el recurso a medios moralmente reprobables (p.e., la esterilización directa o la anticoncepción).

El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a la dignidad del matrimonio.

EL SÉPTIMO MANDAMIENTO. No robarás

"Ni los ladrones, ni los avaros..., ni los rapaces heredarán el Reino de Dios" .

El séptimo mandamiento prescribe la práctica de la justicia y de la caridad en el uso de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres.

Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. El derecho a la propiedad privada no anula el destino universal de los bienes.

El séptimo mandamiento prohíbe el robo. El robo es la usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño.

Toda manera de tomar y de usar injustamente un bien ajeno es contraria al séptimo mandamiento. La injusticia cometida exige reparación. La justicia conmutativa impone la restitución del bien robado.

La ley moral prohíbe los actos que, con fines mercantiles o totalitarios, llevan a esclavizar a los seres humanos, a comprarlos, venderlos y cambiarlos como si fueran mercaderías.

El dominio, concedido por el Creador, sobre los recursos minerales, vegetales y animales del universo, no puede ser separado del respeto de las obligaciones morales frente a todos los hombres, incluidos los de las generaciones venideras.

Los animales están confiados a la administración del hombre que les debe benevolencia. Pueden servir a la justa satisfacción de las necesidades del hombre.

La Iglesia pronuncia un juicio en materia económica y social cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas. Cuida del bien común temporal de los hombres en razón de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último.

El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económica y social. El punto decisivo de la cuestión social estriba en que los bienes creados por Dios para todos lleguen de hecho a todos, según la justicia y con la ayuda de la caridad.

El valor primordial del trabajo atañe al hombre mismo que es su autor y su destinatario. Mediante su trabajo, el hombre participa en la obra de la creación. Unido a Cristo, el trabajo puede ser redentor.

El desarrollo verdadero es el del hombre en su integridad. Se trata de hacer crecer la capacidad de cada persona a fin de responder a su vocación y, por lo tanto, a la llamada de Dios.

La limosna hecha a los pobres es un testimonio de caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios.

En la multitud de seres humanos sin pan, sin techo, sin patria, hay que reconocer a Lázaro, el mendigo hambriento de la parábola. En dicha multitud hay que oír a Jesús que dice: "Cuanto dejasteis de hacer con uno de Éstos, también conmigo dejasteis de hacerlo".

EL OCTAVO MANDAMIENTO. No darás testimonio falso contra tu prójimo

No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos

Los discípulos de Cristo se han "revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad".

La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.

El cristiano no debe "avergonzarse de dar testimonio del Señor" en obras y palabras. El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe.

El respeto de la reputación y del honor de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra de maledicencia o de calumnia.

La mentira consiste en decir algo falso con intención de engañar al prójimo que tiene derecho a la verdad.

Una falta cometida contra la verdad exige reparación.

La regla de oro ayuda a discernir en las situaciones concretas si conviene o no revelar la verdad a quien la pide.

"El sigilo sacramental es inviolable". Los secretos profesionales deben ser guardados. Las confidencias perjudiciales a otros no deben ser divulgadas.

La sociedad tiene derecho a una información fundada en la verdad, la libertad, la justicia. Es preciso imponerse moderación y disciplina en el uso de los medios de comunicación social.

Las bellas artes, sobre todo el arte sacro, "están relacionadas, por su naturaleza, con la infinita belleza divina, que se intenta expresar, de algún modo, en las obras humanas. Y tanto más se consagran a Dios y contribuyen a su alabanza y a su gloria, cuanto más lejos están de todo propósito que no sea colaborar lo más posible con sus obras a dirigir las almas de los hombres piadosamente hacia Dios".

El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Este precepto moral deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y que quiere la verdad. Las ofensas a la verdad expresan, mediante palabras o acciones, un rechazo a comprometerse con la rectitud moral: son infidelidades básicas frente a Dios y, en este sentido, socavan las bases de la Alianza.

EL NOVENO MANDAMIENTO. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo

El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón

El noveno mandamiento pone en guardia contra el desorden o concupiscencia de la carne.

La lucha contra la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón y por la práctica de la templanza.

La pureza del corazón nos alcanzará el ver a Dios: nos da desde ahora la capacidad de ver según Dios todas las cosas.

La purificación del corazón es imposible sin la oración, la práctica de la castidad y la pureza de intención y de mirada.

La pureza del corazón requiere el pudor, que es paciencia, modestia y discreción. El pudor preserva la intimidad de la persona.

EL DÉCIMO MANDAMIENTO. No codiciarás... nada que sea de tu prójimo. Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón

El décimo mandamiento prohíbe el deseo desordenado, nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y del poder.

La envidia es la tristeza que se experimenta ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de apropiárselo. Es un pecado capital.

El bautizado combate la envidia mediante la benevolencia, la humildad y el abandono en la providencia de Dios.

Los fieles cristianos "han crucificado la carne con sus pasiones y sus concupiscencias"; son guiados por el Espíritu y siguen los deseos del Espíritu.

El desprendimiento de las riquezas es necesario para entrar en el Reino de los cielos. "Bienaventurados los pobres de corazón".

El hombre que anhela dice: "Quiero ver a Dios". La sed de Dios es saciada por el agua de la vida eterna.

 

 

 

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